La eternidad es un concepto que pregona aquel que no le alcanzan veinte años para pagar un crédito hipotecario.
Cuando el banquero preguntó a qué plazo solicitaba el crédito, el solicitante respondió:
—De aquí a la eternidad.
—El plazo máximo es a veinte años, señor.
—¿Pero qué son veinte años? Ya lo dijo Gardel «que veinte años no es nada» ¿o el banco no cree en lo eterno, en la inmortalidad del alma? Propongo una hipoteca sobre mi alma que no es un bien amortizable. Necesito un crédito a pagar de aquí a la eternidad. Véalo de este modo, yo estaría en deuda con el banco aún en el Más Allá.
—De acuerdo, lo hacemos así.
—¿Cuánto sería mi cuota mensual?
—Calculemos. Cien mil pesos más los intereses, dividido infinito… todo lo dividido por infinito da cero, o sea que la cuota mensual es igual a cero, de aquí a la eternidad, por siempre jamás. Firme aquí y el dinero es suyo.
—Gracias —dijo el flamante deudor—. Ahora tengo acceso a una vivienda digna —y levantándose corrió a gastarse la plata.
—Caen solos —susurró el diablo sentado tras su escritorio.
(c) Guillermo Galli