He sabido de coleccionistas y sus colecciones. Me llama la atención las variedades de la misma cosa que la gente es capaz de acumular. Pero cuando me enteré de lo que colecciona Federico, supe que el mundo sigue siendo un lugar capaz de sorprenderme y eso me alegró el día. Lo de Federico son los manises oraculares. Digo manises y no manis ni maníes porque así les dice él, manises, los manises oraculares. Adentro tienen un papelito con una predicción. Dicen (dice Federico, que le dijeron) que el papelito está escrito en una letra chiquita, como la de niño, o de viejito, medio temblorosa pero sincera, sin pretensiones. Dicen que el papelito dice una predicción. Algunas son predicciones ya cumplidas, como que Julio César será traicionado o que en Villa Crespo nevará, pero también dicen cosas que van a pasar como el fin del mundo o la invención de la máquina de hacerse humo.
Una tarde lo fui a visitar a Federico. Sabiendo que los coleccionistas tienen esa costumbre de no sacar los objetos de su empaque original, le dije, un poco para provocarlo, un poco por curiosidad:
— Y pelaste algunos, supongo.
— ¿Qué te pasa? Pierden su valor.
— Pero cómo sabés que…
— Un maní abierto es un maní cualquiera, ¿cómo sabés que tenía un papelito adentro que predecía el asesinato de Kennedy, la caída del muro de Berlin, la separación de los Beatles, Woody Allen presidente..
— Claro pero tampoco podés saber que…
— la extinción del canguro australiano, la aparición del canguro paraguayo…
— Pero uno, digo. Abrir uno, para ver si esto de los manises es cierto o es una farsa. Uno aunque sea.
— ¿Cómo una farsa? ¿qué me querés decir?
Ofuscado y estoy seguro que para mandármela a guardar se dio vuelta y buscó en unas cajitas de fósforos rotuladas con letra microscópica. Abrió una, sacó un maní.
— Este. Tomá. —extendió su mano sin mirarme y luego súbitamente me miró— Ojo, contiene tu destino.
Lo guardo en un bolsita dentro de un cajita dentro de un cofre dentro del cajón de un escritorio en un lugar que no es mi casa. Cada tanto me preguntan por qué nunca lo pelé. Yo digo que es coleccionable, que si lo abro pierde el valor. Y algo de cierto hay.
(c) Guillermo Galli