Y Aladino, contento por los deseos que se le cumplían con sólo pedirlos, sintió compasión por el genio de la lámpara y decidió pedir otro deseo.
– Deseo, buen genio, que puedas cumplir un deseo para ti y sólo para ti. Adelante, concédete un deseo.
– Escucho y obedezco – dijo el genio.
Seis o siete siglos después, el genio aún recuerda ese día como el que dejó de trabajar en relación de dependencia.
(c) Guillermo Galli.-