No puedo no, mamá. A ver si lo entendés. El momento es este, ahora mismo, delante tuyo. Porque después no sé qué pasa después. La vida es corta. ¿Qué viene después? Una ceguera incurable de la conciencia, un descansa en paz que no es descanso ni es en paz porque no seré quien descanse ni quien pueda recostarse en esa paz. Ahora los sentidos están despiertos, ¡ahora es el momento! después seré gusanos, y moléculas, y átomos y todas esas porquerías que no gozan, que arman y desarman cosas inteligentes como tontos debido a un ridículo azar predestinado. ¡Después no se siente, mamá! y para esto que quiero y que no puedo no, hace falta sentir. Por eso no puedo no.
¿Que espere decís? ¿Que esta vida no es todo? ¿Que existe el más allá? ¿Que la conciencia no se apaga? ¿Y qué pasa si caigo en ese fuego eterno que hace pagar por los placeres terrenales? ¿Y qué si me toca ese paraíso en el que faltan? Infierno y cielo serían una misma condena, mamá, si me privan por siempre de esto que sólo está permitido cuando los pies pisan la corteza, y no cuando flotan en la estratósfera y mucho menos cuando saltan descalzos en el núcleo ardiente del centro de la tierra.
Qué me importa si el alma que tengo adentro no muere y en cambio se cubre de una nueva carne. ¿De qué se trata? ¿Otra oportunidad? ¿Para quién? Yo soy los recuerdos de quien soy ayer a las tres de la tarde, de quien soy a los cuatro años y a los cuarenta, de quien soy y sigo siendo. No soy la mera intuición de ese que me dicen que fui hace trescientos, ni de ese que me dicen que seré dentro de mil. No me importan otras vidas que serán las de otros. Gozarán otros, no yo. Y es que igual mamá, escucháme, yo sé que igual te las vas a arreglar para estar ahí en mi próxima encarnación para decirme que no, y ese que seré te dirá que no puedo no, mamá.
Ni como fantasma mamá. Olvidate. No sé, no entiendo la gracia de atravesar paredes y no poder acariciarlas o de susurrarle un beso a esa que me gusta pero no poder dárselo. Es casi lo mismo que la nada, que el infierno, sino peor. ¿Qué me está permitido? ¿Vestirme de invisible? ¿asustar a mi hermanita? ¿pasar por tu cuarto sin que me veas, abrir el cajón de los cubiertos sin que me escuches? ¿abrir la heladera sin culpa porque de todas formas lo tendré adelante y no podré, no podré y no podré?
Mamá, te juro que quiero imaginar un futuro donde todo es más bello. Será, ojalá sea. Pero donde sea y cuando sea, tengo la plena convicción de que no existirán esto que tengo ahora en una mano, ni esto otro que tengo ahora en la otra. No existirán, o no podré, o no seré yo, o no seré nadie. Por eso no puedo no meter la cuchara en el tarro de dulce de leche, aquí, ahora mismo, escondido debajo de la mesa del comedor. No puedo no, mamá, no insistas.
Guillermo Galli
Bellísimo…
Bello y cercano
Jaja! Excelente!
Muy buen escritor…disfruto leer estos relatos, gracias por compartirlos.
Gracias por tus palabras.
Simplemente..exelente…!!!!
La eterna discusión entre un adolecente y la voz de la conciencia,muy bien expresada.