Que ese celular saque buenas fotos no me cambia la vida. Que ahora digan que los robots aprenderán a barrer la casa y que luego aprenderán a barrernos a nosotros, no me hace mella. A lo sumo me harán olvidar por un rato que hay otros inventos que sí hacen falta, y que todavía no están inventados. Por ejemplo, el desaparecedor instantáneo. Ya te habrás visto obligado a rezar un tragáme tierra en algún momento de tu vida. La idea es un artefacto que te haga humo en el momento indicado, automáticamente, con solo apretar un botón, con sólo desearlo. Por ejemplo: le estuviste ocultando a tu mejor amigo que estás enamorado de su novia. Y para complicar las cosas resulta que sos correspondido. Así, una tarde él te encuentra con ella en un banco de la plaza, en actitud poco amistosa. Llega la hora de las explicaciones. Entrás en pánico pero no importa, porque en menos de lo que se confiesa una infidelidad, o una traición, el desaparecedor hace lo suyo, te hace humo, te envía a cualquier otro lugar del planeta. Cualquiera más cómodo.
Claro que tiene su lado inmoral, y su moraleja pretenciosa. Dicen que no hay que huir de los problemas, sino enfrentarlos. Como sea, al igual que la máquina del tiempo, o que la pata de mono, el desaparecedor serviría para cumplir esa clase de deseos que no siempre traen buenas consecuencias. Imaginate una ciudad donde diez millones de personas usaran diariamente su propia máquina de hacerse humo; el smog sería insoportable. Dios nos salve del futuro.
(c) Guillermo Galli
muy ingenioso!!