Existe una hilacha en una plaza de Buenos Aires, tal vez debajo de una baldosa o junto a un bebedero. Nadie conoce su ubicación exacta, pero son varias las teorías que se han formulado sobre qué pasa si se tira de esa hilacha. Un empleado bancario de apellido Garabito asegura que se deshilvanaría la plaza entera, junto con los hombres, mujeres, perros y palomas que estuviesen sentados en los bancos o parados sobre las baldosas. Por eso casi nadie se anima a buscarla, la tentación de tirar de ella sería tan grande como peligrosa para la propia existencia.
Unos trabajadores del puerto aseguran que se trata de una tanza a cuyo extremo está atado un azuelo clavado en el paladar de una criatura subterránea. Pero no lo han podido probar. En realidad ni siquiera lo intentaron, quizá porque en lo íntimo no están completamente seguros de que el empleado bancario esté equivocado y temen ser destruidos junto con la plaza.
Algo semejante sucede con el círculo de odontólogos de Villa del Parque. Sus miembros dicen estar convencidos de que la hilacha es un cordel atado a la muela de un individuo que recurrió al viejo método para extraerse la pieza dental. Dicen que a falta de voluntarios que se animasen a tirar del cordel, enterró parcialmente un extremo, ató el otro a la muela y se sentó en un banco de plaza a esperar a que algún curioso descubriese la hilacha y tirase de ella. Si los odontólogos no intentan demostrar su teoría es porque reniegan de un método tan poco profesional para la extracción de muelas, y porque en el fondo temen estar equivocados y traer a la superficie a una feroz criatura subterránea.
De la misma escuela de Garabito surgió el científico Juan Carlos Quitilipi, cuya teoría es mucho más fatalista que la del empleado bancario. En un principio Quitilipi adhería a la idea de la destrucción de la plaza como consecuencia de tirar de la hilacha, pero después (después que lo dejó la novia, dicen) planteó que en realidad el problema era mucho mayor, y que tirar de ella significaría no sólo la destrucción de la plaza sino del universo entero. Se cree que Quitilipi conoce la ubicación exacta de la hilacha, que si no la revela es porque ve en ella una salida de emergencia cuando reine el caos, un diluvio segundo y definitivo, y porque le gusta imaginar que está en sus manos el privilegio de poder salvar o destruir todo lo que existe.
(c) Guillermo Galli
Creativo y tentador…
Excelente cuento! Muy bien resuelto en tanta brevedad. Bravo!!